En estos años, he atestiguado procesos de sanación, aprendizaje y crecimiento extraordinarios—no solo en personas que se recuperan de dolor, fatiga y otros síntomas crónicos, sino también en profesionales de la salud que amplían sus habilidades, se reconectan con su propósito y encuentran energía renovada en su quehacer profesional.  Este camino ofrece más que alivio sintomático o herramientas clínicas: nos abre la puerta a una transformación profunda, mayor resiliencia y una forma más expansiva de relacionarnos con nosotros mismos, con nuestro trabajo, y con las personas a quienes apoyamos.

Todos y cada uno de nosotros, ya sea que estemos sanando, acompañando a otras personas o haciendo ambas cosas, posee una historia única, retos particulares y una riqueza de recursos internos. Aunque no hay un único camino para recuperarse, sanar u ofrecer ayuda, este trabajo nos abre puertas hacia cambios que hasta ahora se sentían imposibles de alcanzar. Con frecuencia nos conduce a posibilidades más significativas, liberadoras y revitalizantes de lo que habíamos podido imaginar.