(Re)aprendizaje cuerpomente para tu bienestar: un camino para liberarte y sanar del dolor y otros síntomas persistentes
“La sanación está en el regreso, no en nunca haberse desviado del camino.”
Si estás experimentando dolor en este momento, y ese dolor ha persistido durante más de tres meses, no estás solx. Una de cada cinco personas comparte tu experiencia. Y lo más importante: es posible sanar y liberarte del dolor crónico y otros síntomas. Lo sé por experiencia clínica y también por experiencia personal: después de casi 10 años de dolor de espalda persistente estoy libre de dolor. Puedes leer más acerca de mi historia de recuperación aquí. He visto cómo mis pacientes se recuperan de una larga lista de síntomas y diagnósticos, incluyendo fibromialgia, disautonomía y síndrome de dolor regional complejo.
Mientras que la mayor parte de este contenido se refiere al dolor persistente, abarca muchos otros síntomas persistentes, tales como fatiga, constipación, diarrea, distensión abdominal, incomodidad en la vejiga (frecuencia o urgencia urinaria), parestesias (adormecimiento, hormigueo, quemazón), tinnitus (zumbido de oídos), sensación de globus (sensación de cuerpo extraño en la garganta), tos persistente sin causa identificable y algunos síndromes/diagnósticos tales como síndrome de intestino irritable (“colitis”), gastritis, cistitis intersticial (vejiga hiperactiva), síndrome de fatiga crónica (SFC) / encefalomielitis miálgica (EM), fibromialgia, síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS), disautonomía, síndromes de hipersensibilidad (al tacto, sonidos, olores, alimentos, medicamentos) y síndrome post-COVID (“COVID largo”). También abarca condiciones y síntomas tradicionalmente clasificados como “condiciones de salud mental”, tales como ansiedad, depresión y dificultades relacionadas con la comida.
Si estás experimentando alguno (o muchos) de estos síntomas o síndromes, estás en el lugar correcto. Sigue leyendo, es posible recuperarte.
Muchas personas que experimentan dolor u otros síntomas crónicos (yo incluida no hace mucho) se sorprenden de que ‘crónico’ no significa que durará para siempre. De hecho, comencemos cambiando una palabra: de crónico a persistente.
La neurociencia moderna y la experiencia clínica están demostrando que para muchas personas, es posible liberarse del dolor y otros síntomas persistentes, a través de un enfoque integrativo mente-cuerpo que aborda sus raíces profundas. Este abordaje incorpora prácticas para ayudar a tu cerebro a desaprender el dolor persistente, reducir o liberarte por completo de tus síntomas y recuperar tu vida. Recluta el poder de la bioplasticidad, la continua adaptabilidad de nuestro cuerpo mente, y la neuroplasticidad. Veamos cómo es esto posible y cómo puedes comenzar.
Puedes dar clic en los botones a continuación para descubrir si puedes beneficiarte de un abordaje mente-cuerpo, y/o seguir leyendo para aprender más acerca del proceso de recuperación de dolor y otros síntomas persistentes. Y si quieres explorar cómo podemos colaborar tú y yo para ayudarte a crecer en bienestar y comodidad, y sanar, contáctame.
Una breve nota: todo lo que comparto aquí, así como en el resto de este sitio web, se ofrece como un posible mapa o marco de referencia, o una guía, para que tú puedas explorar y encontrar sentido a tu propia experiencia, y quizá a través de una comprensión distinta descubrir nuevas posibilidades para sanar. Como dice mi querida amiga Deb Malkin, entender las cosas de manera distinta cambia la forma en que las experimentamos. Lo que ofrezco aquí no es una verdad universal o absoluta, ni tampoco el único camino posible. Es mi deseo que puedas crear el espacio y la elección para cuidar de ti, determinar lo que es útil para ti y tomar las decisiones que mejor cubran tus necesidades, incluyendo la posibilidad de explorar algo distinto que sea una fuente de apoyo para ti. Y si eliges adoptar un enfoque mente-cuerpo, esto no impide que eches mano de otras herramientas que te ofrezcan apoyo y/o nutrimento y que realcen tu salud y tu bienestar. Puesto que yo también continúo aprendiendo y desaprendiendo, mi comprensión está en constante cambio y evolución - en ocasiones mi sitio web se tardará un poco en ponerse al corriente ;).
En el texto a continuación y en otros contenidos de mi sitio web, encontrarás múltiples vínculos y referencias. El que yo mencione el trabajo de alguien no siempre significa que le conozco, que yo esté completamente de acuerdo con lo que promueve o vice versa. Significa que hay una idea en particular que encuentro relevante y que quiero atribuir el crédito como corresponde (gracias a Kelly Diels por modelar esto).
El modelo biopsicosocial del dolor y más allá…
El modelo biopsicosocial incluye tres áreas en las que pueden ocurrir factores que influyen en la experiencia de dolor.
Una nota importante: la división en tres esferas claras es en cierto grado arbitraria, puesto que muchos elementos de nuestra experiencia vivida están interconectados. Un ejemplo: nuestros pensamientos, creencias, acciones y emociones se consideran dentro del ámbito psicológico, que puede ser comprendido como individual. No obstante, resultan de una interacción de factores biológicos (p.ej. genética, temperamento) y factores sociales (p.ej. experiencias de adversidad, opresión y elementos externos de resiliencia tales como acceso a recursos, seguridad y relaciones de cuidado). Otro ejemplo: el aspecto relacional de nuestra vida abarca tanto la esfera psicológica como la social.
Adicionalmente, como he compartido en otros espacios, nuestra experiencia humana integra mente, cuerpo, espíritu; somos seres sociales y relacionales y nuestra existencia es parte de una vasta red de seres, humanos y no-humanos, y se conecta con la tierra.
Desde esta comprensión, todo lo que experimentamos en el ámbito de la salud y la enfermedad es biopsicosocial + espiritual + ecológico, si bien el peso de cada aspecto en términos de experiencias de salud, enfermedad, dolor/síntomas y recuperación puede variar para cada persona en un momento determinado. Si podemos actuar en un aspecto de un sistema complejo, esto tendrá un impacto en los otros, y significa que tenemos múltiples posibles abordajes.
Teniendo esto en mente, aquí hay una descripción simplificada de factores en los distintos ámbitos:
Factores biológicos: eventos corporales que activan nociceptores (receptores de dolor) o que llevan a nuestros tejidos a estados fuera de la zona homeostática segura, incluyendo genética, inflamación, lesiones, carga excesiva, patología tisular y disfunción de órganos y sistemas; cambios epigenéticos en respuesta al ambiente, disposición temperamental.
Factores psicológicos: lo que pensamos, sentimos, decimos, creemos, predecimos y hacemos; nuestra relación con nosotros mismos; nuestros patrones de apego, aprendidos a través de experiencias y relaciones tempranas; nuestros rasgos de personalidad, formas más o menos estables en que respondemos o nos relacionamos.
Factores sociales: todas las interacciones que tienes con otras personas y los roles que juegas en tu mundo social y que involucran familia, amigos, ámbito laboral, acceso a cuidado, comunidad, cultura y sociedad.
De acuerdo con el modelo biopsicosocial del dolor: “El dolor involucra las interacciones variables y complejas de factores biológicos (genéticos, bioquímicos, etc.), factores psicológicos (estado de ánimo, personalidad, conducta, etc.) y factores sociales (culturales, familiares, socioeconómicos, médicos, etc.).” Moseley, G.L. y Butler, D.S. (2017).
En mi experiencia, la manera en la que experimentamos y nos relacionamos con el dolor involucra también el ámbito espiritual. Por espiritual me refiero a aquello que nos da sentido y significado en nuestra vida a través de un sentido de conexión con nosotros mismos, con otros seres humanos, con otros seres no humanos, con la comunidad, la naturaleza, la Tierra, el arte y algo más grande que nosotros mismos (ya sea secular o religioso). Y como seres en una red ecológica intrincada y compleja, esta dimensión también es parte de nuestra experiencia del dolor y el bienestar.
Mientras más aprendo, mientras más tiempo he estado practicando medicina, más me doy cuenta de cuán poco sabemos y cuán compleja es nuestra experiencia. Como dice mi amiga Deb Burgard, lo que sabemos equivale a una estrella en medio del universo entero, o un grano de arena en la vasta extensión de una playa. En el ámbito de salud, dolor y complejidad, Betsan Corkhill ha escrito al respecto de manera muy articulada. A continuación un pequeño pasaje, y puedes leer el texto completo aquí.
“Lograr comprender los sistemas complejos puede darte un dolor de cabeza […] se vuelve más sencillo simplificar, más seguro compartimentar, y podemos ir tan lejos que perdemos de vista la complejidad. Las personas y la vida son complicadas […] Afortunadamente hemos llegado a un momento en el que cualquiera que adopte un enfoque puramente biomecánico se considera desactualizado. No obstante, aún el modelo biopsicosocial se queda corto. Como dice Cabaniss, ‘segmenta al paciente en tres paquetitos aislados’. Estos límites artificiales pueden resultar en cuidado fragmentado que desvía la atención de la persona como un todo dinámico situado en su ambiente. Como resultado, quienes viven con condiciones médicas de larga duración con frecuencia adquieren múltiples etiquetas y pasan por vías individuales de cuidado […] Es claro que necesitamos cambiar nuestra manera de pensar para crear nuevos abordajes […] Sistemas que nutran la salud y promuevan la recuperación. Los seres humanos somos seres complejos. El cuerpo humano consta de múltiples sistemas, además de trillones de microbios que interactúan de formas complejas, dentro de ambientes complejos en un mundo incierto y complejo.”
Sé que, al inclinarnos hacia una comprensión más compleja, la confusión y la incertidumbre pueden sentirse abrumadoras, y podemos descubrirnos anhelando explicaciones o prescripciones simples y directas. Y al mismo tiempo… este espacio de no saber, de incertidumbre, nos abre posibilidades para desaprender eso que ya no nos viene bien, o para aprender nuevos conceptos, habilidades y prácticas que pueden ayudarnos a crecer en bienestar. También genera amplitud para la curiosidad, el asombro, la esperanza, la fe y el consuelo, puesto que hay todavía tanto por explorar y descubrir, tanto que todavía no conocemos.
¿Explora un poquito más conmigo?
¿Cómo ocurre el dolor persistente?*
*ESTO APLICA PARA MUCHOS OTROS SÍNTOMAS, TALES COMO ANSIEDAD, FATIGA, ETC.
El dolor es un mecanismo de protección - tu cuerpomente haciendo lo mejor que puede para cuidar de ti
El dolor es parte de un sistema realmente sofisticado que sirve para proteger a nuestro cuerpomente. Cuando hay una amenaza externa (ya sea una amenaza de daño físico o algo que pone en riesgo nuestra seguridad, dignidad o pertenencia) o nos lesionamos, nuestro cerebro manda señales de dolor para avisarnos que algo está mal. Esto permite que actuemos e intentemos evitar o reparar cualquier daño, como al retirar la mano de una superficie caliente para no quemarnos, descansar una extremidad lesionada o elegir modificar nuestra conducta para evitar que nuestra comunidad nos excluya.
En el dolor persistente, el cerebro continúa mandando mensajes de dolor, aún cuando no hay un daño tisular, después de que una lesión ya ha sanado o cuando no hay ninguna lesión en primer lugar. Este es uno de los desafíos del dolor, hay muchas situaciones en las que el dolor no parece estar en consonancia con el nivel de peligro que tus tejidos enfrentan verdaderamente, pero a pesar de eso duele mucho y es completamente real.
Quizá te sorprenda esta información crucial: el cerebro (y el sistema nervioso) crea todo el dolor. Sí, así es. El sentimiento de dolor no surge de otras estructuras de nuestro cuerpo (como nuestra espalda o estómago), sino del cerebro. Mientras que nuestro cuerpo está constantemente enviando mensajes al cerebro, y algunos de esos mensajes son mensajes de peligro, es el cerebro el que interpreta estos mensajes de peligro y decide si crear dolor o no como respuesta a tales mensajes para mantenernos a salvo. El cerebro toma en cuenta cientos de factores (recuerda el modelo biopsicosocial) para crear el dolor en fracciones de segundo. Estos factores incluyen si ha sido sensibilizado para crear dolor (si tu sistema de miedo/dolor se ha vuelto hiperactivo), así como algo llamado codificación predictiva. La codificación predictiva es una teoría de la función cerebral en la que el cerebro está constantemente generando y actualizando un modelo mental del ambiente, que es entonces utilizado para generar predicciones de experiencia sensorial que se comparan con la experiencia sensorial entrante. Esto es, el cerebro continuamente genera modelos del mundo a su alrededor para predecir la explicación más plausible de lo que está ocurriendo momento a momento. En otras palabras, en cierto sentido experimentamos el mundo que esperamos experimentar.
Si tu cerebro piensa que una parte de tu cuerpo (o tú) está en peligro y necesita protección, entonces hará que parte de tu cuerpo (o tu cuerpo entero) duela. No depende de lo que tú quieras. Experimentarás dolor siempre que tu cerebro concluya que hay más evidencia creíble de peligro que evidencia creíble de seguridad.
Esto nos ayuda a entender cómo es que la expectativa de dolor (con frecuencia inconsciente) creará dolor. Es un proceso fascinante, y uno en el que podemos influir a través de aprender distintas vías neurales y activar la bioplasticidad positiva.
El concepto de neurocepción puede sernos útil. Neurocepción es un término acuñado por Stephen Porges, autor de la Teoría Polivagal y creador del protocolo Safe and Sound para describir el proceso a través del cual los circuitos neurales distinguen si ciertas situaciones o personas son seguras, peligrosas o ponen en riesgo nuestra vida. A partir de nuestra evolución como especie, la neurocepción tiene lugar en partes primitivas de nuestro cerebro, sin percatación consciente. La detección de si una persona o situación es segura o peligrosa detona conductas prosociales o defensivas que están determinadas por nuestra neurobiología. A pesar de que podamos no ser conscientes del peligro en un nivel cognitivo o consciente, en un nivel neurofisiológico nuestro cuerpo ya ha comenzado una secuencia de procesos neurales que facilitan conductas adaptativas y de defensa, tales como lucha, huida, congelamiento, apaciguamiento o desplome.
¿Qué prepara o sensibiliza a nuestro cerebro para experimentar dolor persistente?
Nuestro cuerpomente, incluyendo nuestro cerebro y sistema nervioso central, está sensibilizado para experimentar dolor cuando nuestro sistema de respuesta al peligro está encendido, o cuando nos exponemos a un estímulo que previamente se ha vuelto parte de nuestras respuestas de condicionamiento de amenaza. Esto puede ocurrir como resultado de una diversidad de circunstancias, tales como una historia de adversidad y trauma en la infancia, estrés en la vida adulta, respuestas condicionadas, emociones reprimidas y rasgos de personalidad como perfeccionismo, tendencia a complacer a otros y pensamientos de preocupación. Para algunas personas, un evento de daño estructural (lesión) crea una vía neural que puede entonces ser reforzada por la suma de otras circunstancias que activan al sistema de peligro.
Aquí hay una distinción crucial: mucha de la información que encontrarás acerca de dolor nociplástico y otros síntomas resalta el papel del miedo. Pero cuando decimos “miedo” podemos estar bajo la impresión de que necesariamente estamos conscientemente temerosos de algo, y nuestra respuesta de amenaza no funciona así. El neurocientífico Joseph Ledoux sugiere que utilicemos lenguaje de condicionamiento de amenaza para explicar de manera más precisa el proceso a través del cual nuestro sistema nervioso activa respuestas de protección. Cita a Jerome Kagan: “Los neurocientíficos utilizan ‘miedo’ para explicar la relación empírica entre dos eventos: por ejemplo, las ratas se congelan cuando ven una luz previamente asociada con choque eléctrico. Los psiquiatras, psicólogos y la mayoría de los ciudadanos, por otra parte, utilizan… ‘miedo’ para nombrar una experiencia consciente de quienes tienen desagrado por conducir sobre puentes elevados o encontrarse con arañas de gran tamaño. Estos dos usos sugieren… diversos estados de miedo, cada uno con rasgos genéticos, incentivos, patrones fisiológicos y perfiles conductuales.” y a continuación señala el hecho de que los mecanismos a través de los cuales el cerebro detecta y responde a la amenaza son distintos de aquellos que hacen posible el sentimiento consciente de miedo que puede ocurrir cuando se está en peligro. El condicionamiento de amenaza se lleva a cabo por células, sinapsis y moléculas en circuitos específicos del sistema nervioso que involucran a la amígdala. Con exposición posterior al estímulo condicionado, se activa la asociación y esto conduce a la expresión de respuestas defensivas que preparan al organismo para contender con el peligro señalado. No se necesitan sentimientos conscientes de miedo para intervenir.
Un ejemplo algo simplificado a partir de mi propia experiencia: cuando me lesioné la espalda por primera vez, sentarme era increíblemente doloroso. Ocurrió una respuesta de condicionamiento de amenaza en mi cuerpomente, asociando sentarse y sillas con dolor. Años después de que mi lesión había sanado, sentarme seguía activando dolor. Conscientemente, yo sabía que sentarme no era peligroso, y no diría que las sillas me daban miedo. Pero mi cerebro predecía que sentarme causaría dolor, y cada vez que me sentaba en efecto experimentaba dolor.
Nuestro cerebro es increíblemente hábil para establecer asociaciones. Si una migraña fue precedida por la luz parpadeante de una vela, futuras exposiciones a luces parpadeantes quizá precedan a otra migraña, y probablemente evitemos luces parpadeantes en el futuro. Rápidamente nos convencemos de que este tipo de luz es mala o dañina y causa dolor - conscientemente quizá no sintamos miedo de las luces parpadeantes, pero las hemos etiquetado como “estímulos peligrosos” o detonante. Si experimentamos un período de fatiga intensa y niebla cerebral después de correr, nuestro cerebro puede crear un vínculo entre ejercicio y “colapso” y etiquetar al ejercicio como peligroso. Y para añadir otro nivel de complejidad, existen listas de cosas que otros (médicos, blog, parientes, comunidad) nos han aconsejado evitar, puesto que detonan el síntoma o condición, activando un efecto nocebo. Y podemos de hecho descubrir que futuras exposiciones a un estímulo que hemos aprendido a etiquetar como “peligroso” activará el evento que temíamos.
El efecto nocebo, tradicionalmente definido como el inicio de efectos adversos en individuos que creen que cierto tratamiento biomédico causará daño, o un empeoramiento en síntomas a partir de una expectativa negativa, describe un fenómeno de síntomas físicos enteramente reales que se originan de la creencia de que la exposición a algo (ya sea una sustancia, evento o circunstancia) hace daño. Esto significa que cuando creemos que algo nos hará daño, en efecto nos hará daño a través de vías que involucran nuestros pensamientos y conductas, nuestro sistema nervioso autónomo, nuestro sistema inmune y vías de inflamación, nuestras hormonas y otros órganos y sistemas. La buena noticia es que estas vías y síntomas son estados dinámicos que pueden cambiar cuando comenzamos a modificar nuestras creencias y nos relacionamos de manera distinta con nuestra experiencia.
Podemos entender mejor cómo es que ocurre el dolor persistente aprendiendo acerca de la neuroplasticidad.
¿Qué es la neuroplasticidad?
La neuroplasticidad es la capacidad de nuestro cerebro para formar nuevas conexiones neurales (entre neuronas) a través de nuestra vida, adaptándose al ambiente con cambios en la estructura, función o actividad química neuronal. La neuroplasticidad significa que nuestro cerebro está constantemente aprendiendo, evolucionando y cambiando. La consecuencia de esto es que lo que sea que repetimos — pensamientos, sentimientos, conductas — cambiará las conexiones y estructura de nuestro cerebro. Los factores que pueden cambiar a nuestro cerebro incluyen eventos traumáticos, enfermedad crónica, estrés crónico, interacciones sociales, meditación y otras actividades de relajación, emociones, aprendizaje, poner atención, nuevas experiencias y ejercicio.
“Las neuronas que disparan juntas, se cablean juntas.” Carla Shatz
Algunos cambios neuroplásticos ocurren sin que estemos conscientes de ellos y sin que podamos controlarlos. Un cambio de este tipo, asociado con modificaciones que amplifican la transmisión de señales de dolor y que se vincula con el desarrollo y mantenimiento del dolor persistente se conoce como sensibilización central.
La sensibilización del sistema nervioso central ocurre cuando el sistema nervioso comienza a adaptarse de manera adversa a las señales de dolor después de la estimulación prolongada de nociceptores. El sistema nervioso pasa entonces por un proceso de cambios que incrementan nuestra reactividad y vigilancia a un menor estímulo, amplificando las señales de dolor. Un factor adicional que contribuye a la sensibilización central es el uso de opioides, comúnmente prescritos para tratar el dolor.
La exposición a opioides puede inducir alteraciones a largo plazo en la sensibilización al dolor que facilita la iniciación o mantenimiento del dolor crónico. Así, lo que dolía poco ahora duele más, y lo que no dolía ahora duele.
Este incremento en la sensibilidad también aplica a otros procesos en nuestro cuerpo, tales como la percepción del olfato, tacto, vista, oído y gusto, así como el malestar emocional, la ansiedad, el miedo y el estrés.
Para resumir, a través de la neuroplasticidad tu cerebro se vuelve cada vez más hábil para producir el dolor que estás sintiendo. La buena noticia es que tu cerebro puede también desaprender estas vías neurales de dolor.
Dolor neuroplástico / nociplástico
Cuando el dolor persistente no es resultado de causas estructurales (tales como tumores, infecciones, enfermedades autoinmunes), sino de procesos psicofisiológicos que pueden ser revertidos, se denomina dolor neuroplástico o nociplástico.
Como cualquier otro tipo de dolor, siempre es absolutamente real, nunca es imaginario.
Dolor nociplástico es el término semántico sugerido por la comunidad internacional de investigadores para describir una categoría de dolor cuyo mecanismo es distinto del dolor nociceptivo, ocasionado por inflamación y daño a tejidos, y del dolor neuropático, que es ocasionado por daño a un nervio. Los mecanismos que subyacen a este tipo de dolor no se conocen por completo, pero se piensa que involucran al sistema nervioso central y que las vías de procesamiento predictivo, condicionamiento de amenaza, procesamiento sensorial y modulación alterada del dolor juegan un papel prominente. Los síntomas observados en el dolor nociplástico incluyen dolor multifocal que es más diseminado y/o intenso de lo que se esperaría dado el grado de daño a tejidos o nervios, así como otros síntomas derivados del sistema nervioso central, tales como fatiga, sueño, memoria y alteraciones del estado de ánimo. Este tipo de dolor puede ocurrir de manera aislada, como ocurre en condiciones tales como fibromialgia o cefaleas tensionales, o como parte de un estado de dolor mixto en combinación con dolor nociceptivo o neuropático, como podría ocurrir en el dolor lumbar.
Una nota acerca de terminología:
El término nociplástico es el de mi preferencia, puesto que alude a mecanismos subyacentes y señala tratamientos eficaces que pueden ayudarnos a establecer vías neurales distintas.
Para efectos epidemiológicos y descriptivos / de clasificación, puede usarse también el término dolor primario, utilizado en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) de la Organización Mundial de la Salud (OMS), si bien este término no indica los mecanismos subyacentes ni tratamientos eficaces.
Para algunos síntomas o diagnósticos que aluden a la función de ciertos órganos o sistemas, en ocasiones utilizo también el término “síntomas / síndromes funcionales” (p.ej. síntomas neurológicos funcionales como convulsiones no-epilépticas, o síntomas funcionales digestivos, tales como síndrome de intestino irritable.
Quizá te hayas encontrado con los siguientes términos: dolor psicofisiológico, síntomas psicosomáticos, síndrome mente-cuerpo, TMS (síndrome de tensión miositis o tensión mioneural, por sus siglas en inglés, trastorno neurológico funcional, síndromes de sensibilización central, y más. Para el trabajo que haremos tú y yo, partiré de cualquier término o lenguaje que tenga sentido para ti, al mismo tiempo que te invito a explorar conmigo si este lenguaje o términos generan en ti una experiencia de seguridad, validación y posibilidades para sanar, y si permiten expandir y profundizar tu comprensión de los muchos aspectos que juegan un papel en tu experiencia vivida de dolor y recuperación. Y si sientes que te gustaría explorar lenguaje o términos distintos que evoquen la experiencia sentida de sanación que quieres cultivar y crecer, eso haremos.
¿Cómo puedes saber si tu dolor y/u otros síntomas son nociplásticos?
Para la gran mayoría de las personas, el dolor persistente es nociplástico, pero puesto que el dolor siempre se siente como algo que surge de alguna parte del cuerpo, puede ser difícil distinguir entre dolor estructural y dolor neuroplástico. No obstante, hay algunos signos que apuntan hacia el dolor nociplástico. Esto también aplica para otros síntomas persistentes que, si bien son psicofisiológicos en su origen, pueden manifestarse exactamente de la misma manera que aquellos con causas estructurales, y son igual de reales. Aquí hay una lista que puede ayudarte a hacer la distinción.*
*Esta lista no sustituye al diagnóstico médico. Es importante que consultes a un profesional médico con experiencia en el campo del dolor nociplástico / medicina mente-cuerpo para una evaluación y diagnóstico individualizado y preciso.
Te han diagnosticado con una o más de las siguientes condiciones: trastorno “funcional” digestivo o vesical, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, migrañas resistentes a tratamiento y/o sin causa estructural identificable (p.ej. un tumor) o lesiones por esfuerzo repetitivo;
Tu dolor u otros síntomas comenzaron durante un período de estrés, después de un evento estresante, o son detonados por estrés;
Tu dolor u otros síntomas comenzaron sin una lesión previa, o han persistido después de que la lesión ha sanado;
Los síntomas son inconsistentes (p.ej. en ocasiones caminar es muy doloroso pero otras veces puedes caminar sin problema; a veces experimentas fatiga después de un esfuerzo físico pero en otros momentos puedes hacer esfuerzos sin sentir fatiga);
Hay un gran número de síntomas en ausencia de una enfermedad sistémica (como lupus, artritis reumatoide o esclerosis múltiple) que pueda explicarlos;
Los síntomas se irradian o se mueven;
Los síntomas fluctúan con detonantes externos (como el clima, o ciertas sillas, o ciertos días de la semana);
Los síntomas son simétricos (p.ej. tienes adormecimiento en ambas manos);
El dolor u otros síntomas ocurren de manera tardía, es decir, no los experimentas al hacer alguna actividad, sino un rato después;
Adversidad en la infancia;
Un diagnóstico concurrente de depresión o estrés post-traumático;
Ciertos rasgos de personalidad.
Aquí encontrarás un cuestionario detallado para ayudarte a determinar la probabilidad de que tus síntomas sean nociplásticos y puedan revertirse, y aquí hay una lista de síntomas y condiciones que comúnmente tienen un componente nociplástico significativo y pueden beneficiarse de un abordaje mente-cuerpo.
Adversidad en la infancia
Las personas que hemos experimentado trauma o adversidad en la infancia tenemos más probabilidades de desarrollar dolor persistente en la vida adulta. Esto incluye: abuso físico, sexual o verbal; abandono físico o emocional; adicción o enfermedad mental en alguno de los padres; el que algún familiar haya estado en prisión, ser testigo de abusos cometidos contra la madre, padre o algún hermano; pleitos o tensión en la familia; perder a alguno de los padres por separación, divorcio o muerte; violencia comunitaria y abusos racistas; pobreza; acoso escolar; falta de afecto o comunicación en tu familia; trauma médico temprano; secretos familiares. Estas experiencias moldean nuestra visión del mundo como un lugar seguro o amenazante; como te compartí antes, nuestro cerebro crea dolor cuando hay más evidencia creíble de peligro que de seguridad, y repetidas experiencias de peligro hacen que desarrollemos hipervigilancia.
Depresión y estrés post-traumático
Muchas personas que sufren depresión experimentan síntomas físicos. Si has recibido un diagnóstico de depresión o estás experimentando alteraciones del sueño o apetito, fatiga, dificultades para contender con la vida, pérdida de interés o placer en actividades que habitualmente disfrutabas, dificultades con toma de decisiones, pensamientos de muerte o ideación suicida, y estos síntomas no son secundarios a un diagnóstico médico (p.ej. cáncer o enfermedades neurodegenerativas), existe una alta probabilidad de que tu dolor y otros síntomas sean psicofisiológicos.
El estrés post-traumático con frecuencia también se manifiesta con síntomas físicos. En ocasiones los síntomas físicos ocurren poco tiempo después de un evento traumático, pero en algunas personas se desarrollan años después del evento traumático como resultado de un evento detonante más reciente. Si has experimentado trauma del desarrollo o vives con estrés post-traumático complejo, podrías estar experimentando síntomas físicos en asociación con este. Una vez más, esto tiene que ver con vías neurales de peligro y miedo.
Rasgos de personalidad
Ciertos rasgos de personalidad son comunes en personas con dolor nociplástico y otros síntomas de origen psicofisiológico. Algunos de estos rasgos son: perfeccionismo, un crítico interno muy activo, meticulosidad, esforzarse por ser una buena persona, querer agradar a otros, evitación del conflicto, preocupación constante. Todos estos rasgos ponen a nuestro cerebro en alerta y hacen más probable que tengamos dolor.
Aquí hay dos aspectos importantes:
Muchas personas pueden tener estos rasgos de personalidad pero no desarrollan dolor persistente, y muchas personas que desarrollan dolor persistente no tienen estos rasgos de personalidad. Y en ocasiones es una situación de ¿qué fue primero, el huevo o la gallina?, en donde tenemos una población de personas que han estado experimentando dolor durante mucho tiempo, y encontramos que muestran una serie de rasgos, y algunos pueden haber estado presentes antes del dolor, y algunos pueden haberse desarrollado en el proceso de lidiar con el door persistente. Existe evidencia significativa de que factores de estado (tales como dolor persistente) pueden influir en, o distorsionar, la medición de rasgos, de manera que no podemos asumir que la presencia ciertos rasgos de personalidad después de que ha habido dolor persistente refleje una personalidad estable previa a la aparición del dolor.
Cuando pensamos en, o hablamos de “rasgos de personalidad” podemos interpretarlos como algo fijo o permanente que no puede cambiar (p.ej. “yo soy…”, y quizá también tengamos una actitud de juicio acerca de rasgos “malos”. Es importante concebir esto de manera distinta, reconociendo que todas las personas hemos desarrollado respuestas y patrones habituales de pensar, sentir, relacionarnos y ser para afrontar de la mejor manera los retos con que nos hemos encontrado en la vida. Algo que yo he encontrado útil al hacer este trabajo es ponerme curiosa acerca de cómo es que se desarrollaron estos patrones habituales, cómo me han ayudado a cuidar de mí, con una actitud compasiva, e incluso con asombro. Y entonces puedo preguntar ¿cómo puedo expandir mi repertorio y cultivar formas distintas de pensar, sentir, relacionarme conmigo misma y con otras personas, de estar con, que mejor me apoyen o nutran en este momento y que me ayuden a crecer en flexibilidad?
Quizá quieras tener estos aspectos presentes al continuar leyendo.
Ciertos rasgos de personalidad pueden influir en el desarrollo y ajuste al dolor persistente. De acuerdo con Naylor et al., los rasgos más distintivos de personalidad de quienes sufren dolor persistente son una alta evitación de peligro y una baja capacidad de auto-motivación o gestión. La alta evitación de peligro se refiere a la tendencia a ser temeroso, pesimista, catastrofista, sensible a la crítica y necesidad de ser reconfortado. Hace que seamos más susceptibles a desarrollar respuestas condicionadas de miedo/amenaza y que necesitemos ser alentados y reconfortados continuamente. La baja capacidad de auto-motivación o gestión se manifiesta como dificultad para definir metas significativas, baja motivación y problemas con afrontamiento adaptativo. Otro rasgo descrito en personas que experimentan dolor persistente es la reactividad emocional y la vulnerabilidad a interpretar situaciones ordinarias como amenazantes y frustraciones menores como desesperadamente difíciles. Se ha encontrado evidencia para este perfil de personalidad en una amplia variedad de condiciones de dolor persistente, incluyendo fibromialgia, cefalea y migraña, trastorno temporomandibular, neuralgia trigeminal, trastornos musculoesqueléticos y grupos heterogéneos de dolor. También se ha encontrado alta evitación de peligro en personas que sufren de depresión y ansiedad. En congruencia con el modelo de evitación del miedo, estas apreciaciones negativas pueden conducir a miedo relacionado con el dolor, que resulta en evitación de movimiento y actividades temidas. En consecuencia, esta evitación resulta en desuso, discapacidad y depresión, que exacerba todavía más la experiencia de dolor y mantiene un círculo vicioso de miedo y evitación, con frecuencia característico de quienes sufren dolor persistente.
La literatura existente en poblaciones con dolor persistente también describe una mayor prevalencia de “trastornos de personalidad” que en muestras de personas sin dolor. Es importante resaltar que lo que se diagnostica como “trastorno de personalidad” con frecuencia es el resultado de trauma del desarrollo - de manera que el trauma del desarrollo es mediador de ciertos rasgos de personalidad que surgieron como mecanismos de afrontamiento eficaces y que posteriormente pueden contribuir al dolor persistente. Existe también un vínculo entre el apego inseguro y el desarrollo de dolor persistente o mayor discapacidad.
Las personas con estos rasgos pueden responder o ajustarse de manera distinta al dolor, y como consecuencia pueden tener mayor probabilidad de sufrir más y exacerbar la experiencia de dolor. Un ejemplo es poner atención a su dolor y síntomas de una forma que conduzca a hipervigilancia y amplificación de los síntomas, lo cual es un componente cognitivo-afectivo en el desarrollo de dolor persistente.
Otros hábitos y patrones que pueden contribuir al dolor persistente incluyen ceder el control a otra persona o a un factor o intervención externa, y permitir que el dolor afecte de manera adversa otras áreas de la vida. Esto es de gran importancia para el tratamiento, puesto que sabemos que la recuperación eficaz se trata de experimentar un mayor sentido de agencia, estar a cargo de tu propia sanación y recuperación, y de ganarle terreno al dolor. Primero recuperas tu vida y después cede el dolor. Tú estás sanándote - no hay una intervención externa o profesional de salud que te sane. Si buscas ayuda y/o participas en algún tratamiento, es mi deseo que recuerdes que tú tienes los recursos y la capacidad para sanar en tu cuerpomente - la persona que te está acompañando tiene un rol de apoyo.
Si descubres que tienes alguno(s) de estos rasgos de personalidad y quieres abordarlos, existen muchas prácticas y herramientas mente-cuerpo que pueden ayudarte a cultivar la capacidad para tolerar la incomodidad, regular tus emociones y crecer en flexibilidad y resiliencia.
¿Qué perpetúa el ciclo de dolor?
Cuando experimentamos dolor u otros síntomas nociplásticos, nuestro cerebro ha comenzado a encender señales de protección de manera habitual, aún en respuesta a situaciones o sensaciones que no son dañinas.
La mayoría de los seres humanos, la mayor parte del tiempo, evitaremos lo que sea que active incomodidad intensa. Nuestro cuerpo mente es muy astuto, y responde también a la manera en que pensamos o hablamos acerca de nuestro cuerpo. La mayoría de quienes hemos experimentado síntomas nociplásticos tenemos pensamientos acerca de las formas en que nuestro cuerpo es frágil o está dañado o lastimado. Y desafortunadamente, a muchos de nosotros se nos han introducido o reforzado estos pensamientos por profesionales de salud (sin importar sus buenas intenciones). La buena noticia es que podemos cambiar todo esto, reclutando la neuroplasticidad de nuestro cerebro.
La evitación es muy normal y al mismo tiempo, tratándose de síntomas nociplásticos, puede ser parte central del problema: el miedo y la evitación alimentan los síntomas, enviando señales de que nuestro cuerpo está dañado o es frágil. Y cuando nuestro cerebro percibe nuestro cuerpo como dañado o frágil, crea todo tipo de respuestas de protección. Cada vez que evitamos lo que percibimos como detonante, le enseñamos a nuestro cerebro a reaccionar más intensamente la siguiente vez que encontramos este estímulo.
Cualquier cosa que contribuya a la evidencia creíble de peligro contribuirá a tu experiencia de dolor, incluyendo miedo y atención. Cuando experimentas dolor persistente hay ciertas conductas que, si bien son completamente entendibles, contribuyen al ciclo de dolor.
Estas conductas incluyen:
Te comparto un video acerca de la nueva ciencia del dolor. Al reproducirlo en YouTube puedes elegir la opción de subtítulos en español.
Hipervigilancia: Puedes estar constantemente vigilando tu dolor, enfocándote en él. Quizá comiences a pensar acerca de tu dolor en relación con todas y cada una de tus acciones a lo largo del día, buscando potenciales amenazas (cosas que lo empeoren). Cuando estás constantemente en este estado de alerta, estás de hecho alimentando a tu cerebro con información de que hay peligro, incrementando las posibilidades de sentir dolor. Si eres alguien que ha experimentado adversidad significativa a lo largo de tu vida, particularmente en la infancia, la hipervigilancia probablemente precedió al dolor y preparó o sensibilizó a tu mente-cuerpo para experimentarlo.
Catastrofismo relacionado con el dolor: Te preocupas por tu dolor constantemente y piensas en los peores escenarios. Esto también refuerza el modo de peligro en tu cerebro.
Evitación: La hipervigilancia y el catastrofismo pueden conducir a que evites cualquier situación y conducta temida que pudiera detonar o empeorar el dolor. Esto puede incluir hacer ejercicio, sentarte en ciertas sillas, comer ciertos alimentos, etc. Desafortunadamente, esto puede hacer que tu dolor empeore al alimentar el ciclo de estrés, miedo y dolor, activar una respuesta nocebo (lo opuesto de la respuesta placebo; crees que algo es dañino y tu cerebro y tu cuerpo responden a este temor activando estrés e inflamación) y reforzar respuestas condicionadas (p.ej. la creencia de que el ejercicio empeorará tus síntomas hace que esto ocurra, no por la acción del ejercicio sino por la creencia). La evitación va escalando y tu vida se contrae cada vez más, lo que a su vez incrementa el estrés y el dolor.
Cambiar estas conductas puede jugar un papel significativo en tu recuperación. Es necesario comenzar a realizar las actividades que hemos estado evitando, para ayudar a nuestro cuerpomente a desaprender las respuestas de protección condicionadas. Para la mayoría de las personas, la exposición gradual tiene sentido, al mismo tiempo que implementan actividades y prácticas para crear un sentido de calma y una experiencia de seguridad (esto puede incluir afirmaciones, visualizaciones, prácticas de respiración, ejercicios somáticos, atención plena, bondad amorosa y compasión, etc.). Algunas personas notan un incremento en bienestar muy rápidamente, otras pueden encontrar que es un proceso más largo, con crestas y valles. La independencia del desenlace es esencial: el éxito no se define en función de si las sensaciones incómodas ceden en el momento, sino en función de involucrarte en experiencias que estabas evitando y de cambiar tu forma de relacionarte con las sensaciones. En otras palabras, el éxito está en función de practicar. Y con el tiempo y la práctica, las señales de protección cederán.
El primer paso, antes de considerar cualquier cambio, es hacerte consciente de lo que estás evitando, desde un lugar de indagación curiosa. No hay juicio aquí: evitar lo que duele es humano. Al mismo tiempo, no podemos cambiar aquello de lo que no somos conscientes, así que al entrar en la siguiente exploración estás profundizando tu conciencia y creciendo en agencia y libertad.
Toma un momento para pensar en cosas, lugares, situaciones o actividades que asocias con un incremento en tus síntomas.
¿Cómo estás intentando evitar activar o incrementar las sensaciones en tu cuerpo que te ocasionan incomodidad? (en otras palabras, síntomas - ya sea dolor, fatiga, niebla cerebral, ronchas, etc.). Esto puede incluir: actividades o posturas que limitas o evitas como consecuencia de tus síntomas; actividades o posturas en las que te involucras con precaución, de manera tentativa o lenta o como protegiéndote, como consecuencia de tus síntomas; o aquellas en las que estás constantemente checando o monitoreando la presencia o intensidad de tus síntomas; cosas que otros hacen por ti como consecuencia de tus síntomas; situaciones o cosas adicionales que evitas o haces para prevenir síntomas; cosas que haces para escapar de tus síntomas una vez que aparecen o se ponen más intensos; otras conductas en respuesta a tus síntomas (p.ej. iniciar o evitar conversaciones con seres queridos, aislarte, quejarte, hablar siempre de tus síntomas con todo mundo, no hablar nunca de tus síntomas con nadie); cualquier otra forma en que intentes evitar tus síntomas o mantenerlos a raya - en ocasiones esto ha estado pasando tanto tiempo que se nos olvidan las formas en que nos hemos adaptado.
¿Qué pensamientos o creencias acerca de tu cuerpo se vinculan con una idea o creencia de que eres frágil o no estás bien?
¿Qué pensamientos o lenguaje refuerzan un sentido de fragilidad?
Ahora, ve si puedes crear una lista de afirmaciones que ofrezcan una perspectiva distinta…
¿Qué afirmaciones o evidencia apoyarían una conciencia de que eres un ser pleno, fuerte, saludable, resiliente?
¿Qué imágenes o recuerdos puedes traer a presencia que te conecten con una experiencia de integridad, vitalidad, fuerza, salud?
¿Qué pensamientos o lenguaje pueden reforzar este sentido de plenitud, comodidad y bienestar?
Quizá quieras crear un board de pinterest, o hacer un collage, o visualizar a alguien que te inspire o un lugar en la naturaleza que genere una experiencia de calma y conexión.
¿Cómo interrumpimos el ciclo del dolor y (re)aprendemos comodidad y bienestar?
“El árbol que llena los brazos creció del brote más pequeño;
la torre de nueve pisos se elevó de un pequeño montón de tierra;
el viaje de mil li comenzó con un solo paso.”
-Lao Tzu, Tao Te Ching
Puesto que el dolor y otros síntomas surgen como fenómenos emergentes en un sistema complejo que involucra aspectos biopsicosociales, así como el ámbito espiritual, el tratamiento también necesita abordar todos estos aspectos. Cada persona se beneficiará de distintas intervenciones, y es importante conectar con curiosidad acerca de cuál será tu “receta” personal para la recuperación (Rachel Zoffness). El abordaje más útil responderá a tu historia personal y honrará tu experiencia vivida, tus valores, necesidades, fortalezas y recursos.
No suele haber soluciones rápidas para el dolor persistente, ni tampoco un enfoque “unitalla”, si bien excepcionalmente algunas personas experimentarán una recuperación espontánea con solo leer acerca de la neurociencia del dolor, pero puedes recuperarte a través de prácticas mente-cuerpo. El (re)aprendizaje cuerpomente para el bienestar involucra aprender y practicar nuevas habilidades y estrategias, y una nueva forma de estar-con nuestra experiencia, incluyendo la incomodidad. Cultivamos paciencia, persistencia, bondad amorosa, compasión y valentía, y partimos de un lugar de aceptación, respeto y apreciación de la forma en que nuestro cuerpomente ha cuidado de nosotros hasta ahora.
Aprender acerca de la bioplasticidad y la neuroplasticidad positivas, y acerca de cómo podemos crear nuevas vías neurales es un elemento importante de este abordaje, además de recuperar terreno vital en nuestro cuerpomente a través del gozo, el juego, la gratitud, la bondad amorosa y la compasión, y de crear una experiencia de mayor seguridad - la seguridad absoluta como ser humano en este mundo es imposible, pero podemos activamente hacernos de más recursos y resiliencia, y ofrecer a nuestro cuerpomente mayor flexibilidad para acceder a estados de mayor comodidad y bienestar.
Un enfoque mente-cuerpo aborda distintos ámbitos de tu experiencia: toma de decisiones, placer, planeación, resolución de problemas, recuerdos autobiográficos y emocionales, prácticas para reconfortarte y acceder a estados de calma, percatación y expresión emocional, atención plena (mindfulness), compasión, sueño y nutrición, actividad física, conexión empatía, experiencias positivas de corporalidad, límites saludables y más. Para muchos de nosotros, también incluirá apoyo para sanar la impronta, o legado vivo, de la adversidad y trauma en nuestro cuerpomente. La repetición de formas distintas de pensar, sentir, actuar y ser nos ayuda a crecer vías de sanación, con cambio duradero.
Si te gustaría tener una consulta para descubrir cómo puede ayudarte este abordaje mente-cuerpo para (re)aprender bienestar y liberarte de dolor y otros síntomas persistentes, da clic aquí para conocer más acerca de trabajar conmigo y de cómo agendar una sesión. Me encantaría acompañarte en este camino de sanación.